domingo, 25 de mayo de 2014

"...El silencio no es tiempo perdido..."

Luego de un brevísimo taller en la Facultad de Filosofía y Letras de índole más bien política, seguido de una charla respecto a una nueva corriente de pensamiento izquierdista, el inusitado y novedoso espectro político de agrupaciones zurdas me hizo reflexionar respecto de nuestro (mi propio) accionar.
No del cómo, sino del accionar en sí. Contemplando únicamente el comedor de la Facultad me dí cuenta de lo siguiente: es altamente probable que toda esa gente me supere en cantidad y calidad de conocimiento político, como así también de accionar militante. Por ende, será mucho más provechoso que yo continúe estudiando y formándome antes que largarme a opinar libremente al respecto, y estorbar más de lo que pueda contribuir. Esto, que a simple vista parece obvio y consecuente, no lo es: en la vorágine de sucesos encadenados del día a día, estar fuera de la gran bola lomo cuesta. Tanto viento atraviesa a la juventud y tantos sucesos explotan todas las mañanas, más la abundante información que como catarata desciende delante de nuestros ojos, que estar despegado no es posible por otra cosa más que desinterés. En este sentido, dejar que los otros "gobiernen" el movimiento de secundarios/terciarios/universitarios es lo más razonable, además de verme estudiando para el día de mañana elevar yo la bandera.
No es por desprestigio ni falta de confianza, sino tratar de encontrar mi posición. No creo que la falta de actividad propiamente orgánica en una agrupación afecte la militancia, al contrario. Ciertos usos del tiempo -la forma en que uno lo emplea- pueden ser más provechosos de lo que parecen. Por eso, el aparente no hacer no equivale a nula actividad. 
En dichos términos, en los que considero al tiempo como único juez irrefutable e inmutable, el poder darse a uno mismo esa posibilidad de esperar y cultivarse ya consta de una acción muy potable a futuro.

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