sábado, 29 de noviembre de 2014

"Don't carry the world upon your shoulders..."

"El futuro es nuestro, por prepotencia de trabajo"
Roberto Arlt

La vigorosidad y la voluntad de vivir funden un pequeño milagro durante la adolescencia. Definen exactamente qué es lo que quiere uno y con cuánto anhelo lo desea. Ya Montaigne señalaba que a los 20 años cada individuo ha anunciado lo que de él puede esperarse. Está buenísimo, es fantástico.
Lo que sí, una vez más hay que tener cuidado con los extremos. Porque una cosa es querer vivir, y otra muy distinta es querer llevarse todo por delante -para que la vida termine llevándose por delante a uno. Digo por el valeroso espíritu de querer hacer muchas cosas a la vez, de forma perfecta, y que a la larga se transforme en una carga, en algo complicado de llevar. 
También hablo de y desde una cierta "responsabilidad" adolescente. Si nunca quisiste cambiar el mundo es porque nunca fuiste joven -no importa la edad que tengas. Entonces, en ese caso, las cargas propias, auto-impuestas, están buenas en el sentido en el que te van a llevar por un camino lleno de aprendizajes, amistades, gente y hechos grossos. Pero no quita que, a la larga, eso puede generar un peso extra. Y ¿por qué?
Primeramente porque, si está bien entendido, y con una responsabilidad demasiado seriamente tomada, va a generar ansiedad. Y va a hacerlo porque, principalmente, las cosas al ser trabajadas, no dan resultado de modo inmediato. Trabajando, no esperes resultados inmediatos. Si querés resultados inmediatos, vendé el orto. Si no querés vender el orto, laburá. Va a ser más difícil, más costoso, más arduo... pero va a salir mucho mejor, y no vas a tener encima la sensación de que hicieron lo que quisieron con vos. Eso sin contar la cantidad de personas, experiencias, enseñanzas imprevistas a lo largo de la ruta. Es una sensación que el mundo se cansa de denostar y de tirar para atrás, pero es lo que vale la pena. 
Y he aquí una línea muy fina y delicada en tanto impulso y arrastre, porque aquello por lo que uno lucha, empujado de forma incorrecta, puede terminar siendo dañino, provocando más dolor que verdadero placer -y todo por una puesta de óptica errónea. Si uno suma el cúmulo de actividades en el que está inmerso, y en todo pretende dar el 100 por 100, es probable que no llegue a todo, ni en todo le vaya bien. No está "mal" pretenderlo, y que luego pase (de hecho). Es lógico -y es humano. Pero a partir de allí, puede evanecer la frustración (palabra horrible, pero adecuada para el barroco adolecer) que sí envenena en lo hondo, y eso no es nada bonito. Sobretodo porque uno piensa que podría dar todo y más al momento de hacerlo; que esa es la única razón por la que las cosas no salen.
No es así. Aunque parezca que no, cuesta decirlo. Es como reconocer una derrota y una victoria simultáneas. Y no es por poner una excusa. Sucede porque uno no puede cargar con la vida de todos todo el tiempo. El alma, el cuerpo, el espíritu, el cerebro, necesitan un descanso, un recreo. Einstein salía a bicicletear antes de ponerse a trabajar, Mozart salía a pasear antes de sentarse a componer (y cito esos dos casos no por equiparar, sino para dar ejemplos paradigmáticos). Es preciso darles a nuestros instrumentos un respiro, algo con lo que dispersarse, de lo contrario se agotan muy rápido y no terminan sirviendo para nada -tal como queremos. Si pasa que no llegamos a todo todo el tiempo constantemente, será que el pobre bocho pide inconscientemente un lugar a donde escaparse. Y no es nuestra culpa, es así como hemos sido criados; y es así como ha sido criada la humanidad en general. Podríamos amargarnos al respecto (creo que tenemos derecho a hacerlo) o podríamos empezar a cambiarlo.
Aquí una diatriba muy interesante es el hecho de la diversión. Porque, al fin y al cabo, de qué nos sirve aventurarnos en todas estas circunstancias si no nos podemos divertir. Seguramente escucharíamos a más de un adulto decirnos que lo importante es divertirnos, que no hay que tomarse la vida tan en serio, que hay que reírse más. Sí, lo más probable es que deba ser así -y creo que en el fondo todos lo sabemos-, el problema es ver la risa por encima del problema, algo para lo que tampoco nos entrenan. Cierto es que la juventud no puede ser un camino de rosas nomás, pero si no nos ayudan a disfrutar del error, poco podemos hacer al respecto. 
En fin, si bien este proceso es bueno para conocer el límite de cada uno; una vez descubierto, no volverse a acercar. Porque, si no le podemos asignar a cada cosa el tiempo que cada una requiere, el disfrute y la alegría se van por el caño. Y el paso del tiempo, existente o no, pero inexorable al fin, puede terminar siendo la piedra más pesada de llevar. No creo que nadie quiera cargar de por vida con eso nunca más.